Joya en el diamante

Post date: Aug 07, 2012 11:48:28 PM

Por Antolín Maldonado / El Nuevo Día

17 de julio 2012

El legendario y fenecido primera base Víctor Pellot inmortalizó la manera de recibir con una sola mano los disparos a la inicial, no hay razón por la que Mónica Medina no pueda hacer lo mismo cada vez que sale al terreno de juego con las Mets de Guaynabo del Sóftbol Superior femenino.Su realidad física es que le falta la mano izquierda porque nació sin ella. Pero lo que convierte su caso en especial es la naturalidad con que juega el béisbol, con que se quita el guante para liberar su mano derecha y poder tirar, y con la que se desenvuelve como una chica más, sin complejos.

La joven trujillana, graduada de Bayamón Military Academy y quien próximamente comenzará a estudiar Justicia Criminal e Investigación Forense en la Universidad Interamericana en Ponce, con una beca para jugar sóftbol, comenzó jugando béisbol cuando apenas tenía siete años, y desde entonces ha vivido ligada a los diamantes junto a su padre, el exmerenguero José Medina, su madre Deborah Güivas, una exvoleibolista, y su hermano Itamar Medina, quien actualmente juega béisbol colegial en Georgia.

“Desde pequeña en mi casa se practicaban deportes. Me gustaba el béisbol, pero como en Puerto Rico no se veía eso de las niñas jugando pelota, fue en Boston que comencé a jugarlo con los varones, cuando nos mudamos”, relató Mónica, quien también practicó natación en la escuela, así como voleibol y fútbol.

Esa primera experiencia con el béisbol la enamoró al punto de que al regresar a la Isla, jugó por primera vez en Puerto Rico con los Raiders de Arrevica, categoría de 11-12 años. Así continuó dando pasos de avance hasta militar con el equipo de las Lobas de Arecibo que quedó campeón del béisbol femenino juvenil en 2011 por segunda ocasión. En dicha novena es compañera de Desireé Maldonado, quien ha protagonizado otra historia de superación pues se trata de una jugadora que padece de lupus pero no ha renunciado a su pasión por el béisbol.

Medina, quien está debutando en el Sóftbol Superior con las Mets, confiesa que aunque su favorito es el béisbol, considera que su futuro está en el sóftbol por la oportunidad de una beca.

“Los doctores dicen que en el vientre de mi madre pillé mi mano y por eso no se desarrolló. No fue nada hereditario. Pero le doy gracias a Dios por los padres que me dio porque son fuertes (exigentes) conmigo desde pequeña y siempre me decían, ‘no tienes ningún impedimento, no hay nada que no puedas hacer’”. Esas palabras se grabaron en su espíritu y hoy día sus padres Deborah y José pueden dar fe de eso, así como su dirigente en las Mets.

“Gracias a eso crecí con ese pensamiento, y al igual que todo el mundo, hago de todo. Nunca pensé que no podía hacer algo”, continuó Mónica, cuya mecánica para cambiar su guante de la mano derecha a su brazo izquierdo hace recordar al exlanzador zurdo Jim Abbott, a quien también le faltaba una mano y aun así hizo historia en las Grandes Ligas al tirar un juego sin permitir hits en 1993 en uniforme de los Yankees.

“Sí hay gente con ignorancia en la calle que te dicen, 'tú no puedes hacer esto'. Y yo lo que hago es demostrarle que sí puedo hacerlo, y quizás hasta mejor que la persona que tiene las dos manos”.

Padre y entrenador

De ‘Papá del Merengue’, mote que se ganó en sus años de solista antes de abrazar la fe cristiana, José Medina se convirtió en padre y entrenador de sus hijos Itamar y Mónica. Y es que Medina, padre también tuvo su tiempo en el deporte como jugador de béisbol Clase A y de sóftbol modificado.

Gracias a los días de entrenamiento extendido que le dio en su casa a Mónica, la jugadora hoy día puede desenvolverse con naturalidad en la inicial.

“A Mónica nunca la tratamos como que fuera diferente. Es única, igual que los demás muchachos. Y de la misma forma que era exigente con Itamar, también con Mónica, claro, con mucho amor y respetando las edades”, dijo José.

Su hija, desde que salió del vientre de Deborah, nunca tuvo complejos como reafirma la madre, quien recuerda que cuando le dieron la noticia, pidió verla enseguida. “La enfermera la traía envuelta en una sábana toda tapada, y ella el brazo que sacaba era ese”, recordó riendo, sentada en el dugout del parque Donna Terry de Guaynabo, durante un juego reciente de Mónica con las Mets.

José, por su parte, recuerda el temple que mostró su hija desde muy pequeña. En una ocasión, con apenas cinco años y estando en un partido de su hermano mayor, la niña bajó de las gradas a interactuar con otras niñas que jugaban en un círculo agarradas de mano. Al ofrecerle su derecha a la niña a su diestra, esta la tomó sin problemas, pero no ocurrió así con la infante a su izquierda.

“Ella dijo uuuyyy. Pero Mónica, automáticamente le puso el brazo en el pecho y la sacó de la rueda, y agarró a la siguiente. Ahí, aunque nosotros le íbamos a dar mucha salud mental, ella también demostró que Dios le puso eso en el ‘equipaje’, y le puso ese espíritu de luchadora”, dijo el padre.

“Me gusta trabajar con ella”, dijo por su parte la dirigente, Nora May. “Ha progresado mucho, trabaja más fuerte que las demás, y es un reto para ellas”, añadió la coach, quien destacó que Mónica es, no solo un estímulo para las compañeras, sino toda una líder en el equipo.